La mente no es más que una sombra. Todos los intentos de atraparla son en vano. No son más que sombras persiguiendo sombras. Una sombra no se puede controlar ni destruir persiguiéndola o agarrándola con la sombra de una mano. Son juegos de niños.
Una vez, Ram Tirtha contó la historia de un niño que iba corriendo por la calle intentando alcanzar la sombra de su cabeza, pero no lo conseguía porque, por muy deprisa que corriera, la sombra que proyectaba su cabeza siempre estaba delante.
Su madre, que se desternillaba de risa al verlo, le gritó: “¡Ponte la mano en la cabeza!”. Al hacer lo que le dijo su madre, la sombra de su mano atrapó la de su cabeza y, por fin, el chico se quedó satisfecho.
Puede que este tipo de consejo les sirva a los niños para sentirse felices, pero no va a aportar resultados satisfactorios por lo que respecta a la sadhana y a la meditación. No pierdas el tiempo persiguiendo esas sombras que son los pensamientos ni esa sombra que es la mente con técnicas de control mental, porque esas técnicas también son sombras. Regresa al origen de esa que es la mente y quédate ahí. Cuando permanezcas ahí, te sentirás feliz y ya no sentirás ningún deseo de perseguir esas sombras de pensamientos.
La mente es una sombra insustancial que te perseguirá vayas donde vayas y es inútil intentar eliminarla o controlarla mientras exista la más mínima creencia de que la mente es algo real y que se puede controlar con alguna actividad física o mental.
Pero esta sombra que es la mente habrá que eliminarla de alguna manera.
Cuando uno se vuelve consciente del Ser, la mente deja de existir, lo cual no quiere decir que uno quede sumido en la conciencia del Ser si elimina la mente, sino que es algo que sucede cuando comprende y se da cuenta de que la mente no ha existido nunca. Se trata de reconocer lo que es auténtico y real, y de despojarse de esas ideas erróneas sobre la realidad y la importancia de esa efímera sombra que llamamos “mente”.